sábado, 20 de agosto de 2016

El impacto de la inflación en las microeconomías La cultura puestera sobrevive al coletazo de los bolsillos flacos

Unos 30 feriantes —artesanos y emprendedores— mostraron sus productos en el Parque Juan B. Justo. Sus ventas cayeron este año pero siguen: seguir es una forma de vida.

Clientes que miran y siguen. “También ‘regatear’ los precios es una constante”, dijo una emprendedora. La feria de puesteros fue en el parque Juan B. Justo. Las familias aprovecharon para celebrar el Día del Niño, que se conmemora mañana. Foto: Mauricio Garín

Luciano Andreychuk
landreychuk@ellitoral.com
Twitter: @landreychuk

El “Pato” Sequeira, carpintero, juntó sus artículos de madera, sillas de pino, tablas de quebracho, autitos de álamo y una estantería de melamina de 18 milímetros, se abrigó bien y se plantó ahí en uno de los puestos del Parque Juan B. Justo, en Blas Parera y Gorriti. Está en el Centro de Emprendedores. Que no se vende o que se vende poco, lo dijo fácil cinco veces. Pero a su lamento le siguió la certeza de seguir: hoy estaba ahí, mañana o pasado estará en otra feria.

La cultura feriante es ésa: la trashumancia permanente de feria en feria y el “rebusque” digno del trabajo hecho con las propias manos. La inflación que cacheteó los bolsillos de la gente amainó en las ventas. También tuvo cierto impacto en las economías informales el ingreso de productos importados, que cuestan barato en comparación con los gastos y tiempos de producción que demandan hacer un artículo artesanal.

No obstante ahí van los feriantes, y ni el viento frío los aplaca. En el parque calmaba la temperatura baja apenas un sol tibio de siesta que era como una tardecita prematura, porque oscurece más temprano. Mañana se celebra el Día del Niño, había que celebrar. En el escenario, dos parejas de chicos bailaban una chacarera, emperifollados con ropas guachescas y criollas. Terminaron y los vecinos, sentados en sillas de plástico negro, aplaudían y sacaban fotos.

Y luego subirían las señoras vestidas con ropas norteñas a bailar algún sonido jujeño, y también un grupo de jóvenes folcloristas. “¡Viva la Patria che!”, arengó el locutor. Los castillos inflables parecían ceder al peso de tantos chicos metidos y saltando. El carrito de praliné y los copos de azúcar al costado. Una tarde en el parque que estaba bien para pasarla en familia (Ver Galería de fotos). Todos los puestos de feriantes perimetraban el área.

La avenida del metrofe tuvo su fiesta

Utopía y realidad 
Amarú Alegre Rebeldía era el nombre de uno de los emprendimientos de una pareja de feriantes. Hacen impresiones de sublimación en telas, cuadernos y otros artículos. Están en el Centro de Emprendedores. “Empezamos hace poco, ahí vamos. En nuestro caso, las tintas que son importadas aumentaron el precio, y eso fue negativo. Y la gente, el cliente cuida más el mango”, cuentan aEl Litoral Cecilia y Carlos.

“Creemos en la utopía porque la realidad nos parece imposible”, gritaba un hombre arrojando un ramo de flores desde uno de los diseños de una remera. Las gentes seguían pasando por los puestos, miraban, pocos preguntaban algún precio, todas seguían.
 Carina es microemprendedora, feriante y hace bijouterie con aluminio. Piezas bien elaboradas, buenas terminaciones. “Lo que nos impactó fue lo económico. Como que la gente no tiene plata”, dice. El mismo caso de Eliana: “Encima los clientes regatean mucho los precios. Pero ya me lo tomo con broma”, sonríe. Es estudiante, necesita generar un ingreso más y ahí va, a toda feria que puede.

A don Omar y doña María Ángela les fue bien. Armaron hace 13 años una chocolatería artesanal y artículos dulces (alfajores, entre otros), y ahí estaban presentes como feriantes. Arrancar les costó, además del sacrificio propio, un Peugeot 504 viejo y oxidado que lo vendieron para comprar la máquina para elaborar. “Siempre con mi señora, trabajando a la par. Laburamos todo el día y vamos a todas las ferias que podemos. Así de sencillo”, afirma el hombre. Viven gracias al emprendimiento familiar.

Más lejos se veía una curiosidad: había varios puestos de artículos antiguos. Hoy está de moda lo vintage o retro, y estaban emprendedores que se dedican a restaurar y poner a la venta desde vajillas de porcelana y muñequitas chinas o lámparas hasta pavas de ésas que usaban los abuelos para calentar el agua sobre un fogón. “La restauración lleva su tiempo, no es sencilla. Se vende poco”, comenta un puestero.

“La otra, además de tratar de hacer una moneda más en las ferias, es difundir lo que uno hace, distraerse, conocer gente”, se acuerda de agregar Sequeira mientras acomoda su cosas de carpintería. Un cliente potencial se le acerca: “Disculpá, te tengo que dejar pibe”, pide amablemente. Ésa era su oportunidad para salvar algo de la tarde.

Sobre la actividad

 El evento que se realizó en el Parque Juan B. Justo, ubicado en Blas Parera y Gorriti, contó con actividades recreativas, culturales y promocionales para emprendedores. La propuesta se enmarcó en el programa Avenidas de Fiestas, que impulsa el Municipio local junto con la Asociación Frentistas de la Avenida Blas Parera.

Avenidas de Fiesta se desarrolla desde 2009. Se propone revalorizar los espacios públicos y jerarquizar las diferentes avenidas y paseos comerciales. En 2012, a esta propuesta de fomento comercial se sumó la campaña Santa Fe de Compras para promocionar a la ciudad como polo de compras en la región.

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