viernes, 19 de agosto de 2016

Cubrir a Donald Trump es todo un desafío para el periodismo

Por JIM RUTENBERG 18 de agosto de 2016

Donald Trump en la Convención Nacional Republicana en Cleveland el mes pasadoCreditDamon Winter/The New York Times

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Si eres periodista y crees que Donald Trump es un demagogo que le hace juego a las peores tendencias racistas y nacionalistas de Estados Unidos, que queda bien con los dictadores y que sería un peligro si llega a controlar armas nucleares, ¿cómo diablos se supone que debes cubrirlo?

Porque si uno cree todas esas cosas, tiene que olvidarse del manual del periodismo que ha estado vigente, por lo menos en la escuela estadounidense, durante la mayor parte de la mitad del siglo y abordar el tema de una forma en la que nunca lo ha hecho en su carrera.

Si la visión que uno tiene de la presidencia de Trump es que sería un peligro, entonces las coberturas habrán de reflejarlo. Uno deberá acercarse más que nunca a ser antagónico. Ese es un territorio incómodo e inexplorado para todo periodista convencional que no escribe una columna de opinión y, según los estándares normales, resulta insostenible.

Entonces la pregunta es: ¿Aplican las normas habituales? Y, en caso de no ser así, ¿qué aplica entonces?

En términos generales, esto desequilibra esa forma idealista de periodismo con “P” mayúscula que nos enseñaron a respetar siempre.

Aceptémoslo: desde el día en que Trump anunció su candidatura, el equilibro brilla por su ausencia. A lo largo de las elecciones primarias y los caucus, el desequilibro estuvo a su favor, como lo demostraron algunas estadísticas brutales: sus aproximadamente 2 mil millones de dólares en cobertura gratuita durante la primaria estuvieron casi seis veces por encima de su rival republicano más cercano.

Ahora, como candidato oficial a la presidencia por el partido Republicano, el desequilibro está en su contra. Periodistas y comentaristas analizan sus pronunciamientos y temperamento en materia política pensando cómo sería su comportamiento en la Casa Blanca, algo que durante mucho tiempo se había considerado improbable.Continue reading the main storyPhoto

Donald Trump en la Convención Nacional Republicana en Cleveland el mes pasadoCreditDamon Winter/The New York Times

Para los reporteros convencionales es arriesgado dividir el debate político de este año en “normal” y “anormal”, como señaló hace poco Ezra Klein, jefe de redacción de Vox.

En cierto sentido, eso es justo lo que los reporteros están haciendo. Y resulta inevitable, porque Trump está manejando su campaña de formas nunca antes vistas.

Ningún periodista vivo había visto antes que el candidato de un partido principal le pusiera condiciones financieras a los aliados de la OTAN, discutiera públicamente con la familia de un soldado caído del ejército estadounidense o incitara a Rusia a intervenir en una elección presidencial de Estados Unidos hackeando a su oponente (era una broma, aclaró Trump posteriormente, que los medios no entendieron). Si bien los llamados velados al racismo y el nacionalismo no son nuevos, plantear la posibilidad de prohibir provisionalmente el ingreso a Estados Unidos a los musulmanes o poner en duda la imparcialidad de un juez federal por su ascendencia mexicana sí lo son.

“Tener un candidato que manifiesta su simpatía hacia uno de nuestros adversarios más dañinos y amenazantes, un candidato que echa por tierra todas las normas que establecen cómo se debe tratar a las familias cuyos hijos dieron la vida por el país, un candidato que propone reconsiderar las alianzas que han regido nuestra política exterior durante sesenta años, eso exige cobertura, una cobertura abundante y virulenta”, manifestó Carolyn Ryan, editora de la sección de política de The New York Times. “Esto no quiere decir que no pondremos todo de nuestra parte para cubrir a Hillary Clinton desde distintos ángulos; lo hacemos y lo haremos”.

De Clinton se puede decir que ningún candidato presidencial había logrado la candidatura de su partido después de una investigación del FBI sobre el uso de un servidor de correo electrónico privado para, en algunos casos, intercambiar información secreta de seguridad nacional. Esto merece escrutinio, al igual que todo su historial. No obstante, los candidatos no generan la misma cantidad de noticias.

Trump es un novato político que ha pasado su carrera dirigiendo una empresa privada y apareciendo en un reality show exitoso. Por supuesto que no es un desconocido, pero hay tanto que todavía desconocemos sobre sus puntos de vista y su nivel de conocimiento de asuntos importantes. Sus posiciones llegarían a la primera plana aun cuando no fueran en contra del consenso político existente (sí lo son).

La reacción de los medios ante todo esto ha sido sorprendente. No es extraño encontrarnos con artículos periodísticos que lo describen como “errático” sin hacer mención de sus contrincantes. Las “verificaciones de datos” de sus afirmaciones siguen creciendo de manera impactante, sobrepasando por mucho a las de Clinton.

Aunque hay varios ejemplos de críticas de medios conservadores hacia Trump, este año el candidato y sus partidarios están desempolvando acusaciones viejas de sesgo izquierdista. Muchos partidarios fieles a Trump no lo ponen en duda. Esto solo sirve para empeorar su visión negativa de los medios, que en un principio no reconocieron el poder de las promesas del candidato y que por ende, tampoco reconocieron la seriedad de su candidatura.

Sin embargo, esto es lo que implica que se le tome en serio. Como me dijo Ryan: la candidatura de Trump es “extraordinaria y sin precedentes” y “asumir lo contrario sería deshonesto con los lectores”.

También sería renunciar al deber más solemne del periodismo político: dilucidar cómo serían los candidatos ocupando uno de los cargos más importantes del mundo.

Nytimes.com

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