viernes, 2 de octubre de 2015

Después de 3 años, logró que lo internen Pedido desesperado de una madre por la adicción de su hijo de 12 años

P. se encuentra en fase aguda, internado en el hospital de Niños. Hace 3 años que su mamá viene pidiendo ayuda al Estado para tratarlo. Un emergente de lo que pasa con muchos chicos de la ciudad y de la falta de una política de asistencia integral de las adicciones.

Foto: Guillermo Di Salvatore
Agustina Mai
amai@ellitoral.com

“Quiero que mi historia se haga pública porque muchas mamás deben estar pasando por lo mismo sin recibir ningún tipo de ayuda”, comenzó explicando Camila S., madre de un chico de 12 años internado en el hospital de Niños por consumo de marihuana y pastillas.

“En Alto Verde hay personas vendiendo en la calle y le encajan porquería a los chicos”, denunció y admitió: “Yo sé por lo que está pasando mi hijo porque yo pasé por lo mismo durante la adolescencia, pero cuando me quedé embarazada dejé todo porque cuando tenés un hijo querés lo mejor”. 

Cuando se le preguntó por el origen de la adicción de su hijo, Camila se remontó a la separación de su marido hace 10 años. El padre nunca se hizo cargo ni de la cuota alimentaria ni de propiciar un buen vínculo con sus dos hijos. 

Ante la necesidad económica, Camila pasaba muchas horas fuera de su casa en Alto Verde, tratando de juntar unos pesos como vendedora ambulante. “A mis hijos nunca les hice faltar nada. Pero ahora que lo pienso bien, tal vez les faltó estar más con su mamá”, desliza en un intento de explicar lo que pasó con P., su hijo mayor. 

Sin soluciones

En cuarto grado, P. empezó a mostrarse agresivo y los episodios de violencia se volvieron repetitivos. “Pusieron un patrullero en la puerta de la escuela Simón de Iriondo porque la zona es insegura y, de paso, para controlarlo a P.”, contó su mamá. 

Al primer lugar al que acudió fue a la Defensoría Zonal de Alto Verde, donde pidió que la Justicia le exigiera al padre de sus dos hijos asumir sus responsabilidades. Pero el hombre nunca asistió a ninguna de las citaciones. 

De ahí pasó por el Equipo Central de Intervención de Niñez y Adolescencia (Ecina), primer nivel de atención de los problemas de la niñez, dependiente de la Municipalidad. “Reiteradas veces les pedí que me dieran un centro de adicciones donde llevarlo, pero nunca me solucionaron nada. Yo iba a golpear la puerta y pedir ayuda y la respuesta que más me dolió fue que ellos no podían hacer nada. Me presenté varias veces más porque P. volvía a la droga. Él necesitaba algo más y la respuesta siempre era que estaban trabajando en conjunto. ¿En conjunto de qué, si pasan los meses? O te dicen que le están haciendo un seguimiento, cuando en casi tres años fueron dos veces a mi casa”, denunció la mujer.

Camila rebotaba entre la escuela y el Ecina. “Iba a la escuela y les preguntaba si se había comunicado alguna asistente social. Después iba al Ecina para saber si se habían contactado con la escuela. Pero de un lado me mandaban al otro. Se pasaban la pelota”.

Tras un largo año de idas y vueltas, Camila logró que derivaran a P. a una psicóloga del hospital de Niños. Pero el chico asistió sólo a dos consultas. “No servía un tratamiento ambulatorio porque él se escapaba los días que tenía que venir a la psicóloga, hacía cualquier cosa para no presentarse porque decía que la psicóloga no le servía para nada”, relató.

Además del intento en vano de comenzar un tratamiento, la madre tampoco logró que su hijo continuara estudiando: dejó la escuela sin terminar 4° grado.

Internación

El jueves pasado, P. consumió dos tabletas de rivotril y clonazepan -según le confesó a su mamá-. Terminó en el Alassia, donde está con prescripción psiquiátrica de continuar internado.

“La única ayuda que conseguí fue en el hospital de Niños”, reconoció la madre, desde la habitación del CIM II donde su hijo dormía profundamente. 

El director del hospital, Osvaldo González Carrillo, informó que el niño “se encuentra en una fase aguda” y que “la desintoxicación va a llevar tiempo porque no se hace en forma brusca y requiere un seguimiento interdisciplinario”. 

Consultado acerca de cómo seguirá el tratamiento fuera del hospital, el director no adelantó la modalidad: “Por ahora está con indicación psiquiátrica de permanecer internado. Cuando tengamos el alta médica, ahí se decidirá quién seguirá el caso y de qué manera porque si vuelve al mismo lugar donde comenzó todo, es lo mismo que nada”.

Si bien los análisis realizados sólo confirmaron el consumo de marihuana, al niño se le encontraron varias pastillas en su mochila que están siendo investigadas por Drogas Peligrosas. Además, González Carrillo dijo que por los síntomas se puede inferir que hubo otros consumos, pero aclaró que “es muy difícil saber desde cuándo y cuánto”. 

Para abordar este caso, los profesionales del Alassia están trabajando en conjunto con los del Mira y López. “Es muy importante que Salud Mental y Adicciones coordinen los casos como el de este chico. Hasta ahora eran casos fuera de lo común, pero hay que abrir los ojos para empezar a captar estas situaciones desde la Guardia”, concluyó González Carrillo.

Jóvenes, adicción y delincuencia: “No se reconoce el problema”

Salomé Crespo
screspo@ellitoral.com
@salomecrespok

Gustavo Vogel, titular de la ONG “La Casa de Juan Diego”, apuntó a la incapacidad de las instituciones del Estado, en sus distintos niveles, para abordar los casos de adicción de niños y jóvenes.
Actualmente, trabajan con más de 30 chicos brindandoles capacitación y contención en talleres de distinto tipo. 

— ¿Cómo se abordan los casos de niños y jóvenes como la que se conoció hoy?
— Lamentablemente es la misma que atraviesan muchos chicos de la ciudad de Santa Fe. Desde hace mucho tiempo no estamos pudiendo llegar y generar propuestas respecto de las necesidades que tienen estos chicos, que vienen de entornos complejos. Como no estamos reconociendo eso, no estamos pudiendo generar las respuestas necesarias. Como todo problema que no se resuelve, se acrecienta y se hace más grave. 

— ¿Cómo describiría el contexto, la realidad de esos pibes?
— Generalmente vienen de familias donde no hay suficiente contención, no puedan desarrollarse. Ese es el primer condicionante. No pueden canalizar sus expectativas, no hay dialogo o la capacidad de generar oportunidades en ese entorno familiar. Eso después se replica en la escuela, en la que se sigue trabajando con la lógica de sacar a todo lo que genera conflicto. Esa lógica nos viene acumulando una gran cantidad de niños que no se sienten parte de nada. Por lo cual tienen todo el camino abierto para sentirse parte de propuestas vinculadas al consumo, a grupos que comparten esa realidad. Después las historias son conocidas. 

 Después de eso, la única alternativa que aparece es la del consumo y el delito. 
— Lamentablemente hoy el consumo de drogas les ayuda a sobrevivir esas realidades, genera la satisfacción que no se encuentra en otros lugares, aunque sea por un rato y da sentido de pertenencia. Hasta puede verse como una fuente de ingreso, acceso a relaciones, a cosas que de otra manera no la tienen. 

— ¿Cómo aborda el Estado estos casos?
— Desde hace mucho tiempo sostengo que no estamos reconociendo el problema en su totalidad y por lo tanto, no se generan las respuestas necesarias, no se trabaja en función de las necesidades de la gente, sino que se priorizan las respuestas que le convienen a las instituciones. Se trabajan para la institucionalidad, no para la gente. Hoy los resultados están a la vista. 

 ¿Conoce el trabajo del Equipo Centralizado de Intervención en Niñez y Adolescencia (Ecina)?
— No acordamos con esa metodología de trabajo, es lo que alguna vez fue el Consejo Municipal de Niños y Jóvenes que hoy no funciona. 

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