sábado, 19 de septiembre de 2015

STORNI Y LA DICTADURA Un testigo involucró a ex Obispo de Santa Fe

Uno de los testigos que declaró esta semana en el juicio por la megacausa por Terrorismo de Estado en Santa Fe asoció al ex arzobispo Edgardo Gabriel Storni -ya fallecido- con los represores del terrorismo de estado. Rubén Graemiger relató ante el Tribunal Oral el secuestro y torturas de su esposa Rosa Valinotti el 29 de diciembre de 1976 y la búsqueda desesperada que realizó en los días siguientes hasta que fue liberada el 21 de enero de 1977.
Rosario 12 | 
Un testigo involucró a ex Obispo de Santa Fe
Casi un mes en el que Rosita recorrió el circuito de la represión: la Guardia de Infantería Reforzada (GIR), la comisaría 4ª y un centro clandestino en las afueras de Santa Fe que su marido cree que podría estar en la zona de Sauce Viejo. Grameger dijo que en su desesperación buscó ayuda en el Arzobispado, donde pidió hablar con el arzobispo Vicente Zazpe, pero le dijeron que no estaba. Lo atendió Storni -que ya era obispo auxiliar-, a quien le dijo que su esposa estaba desaparecida. "No te hagas problemas, si ella no anda en nada raro, la van a dejar libre", le contestó el prelado. Era la misma respuesta y el mismo tono que antes le había escuchado a los genocidas. "Storni me dijo lo mismo que me decían los militares. Si todos dicen los mismos, son todos socios", reflexionó Rubén.
El matrimonio vivían en la casa de los padres de Rosa, en barrio Centenario, con sus hijos: una nena de dos años y un bebé de ocho meses. Los padres de Graemiger habían venido de Calchaquí a pasar las fiestas. La noche del 29 de diciembre la zona fue rodeada por efectivos y camiones del Ejército. Una patota asaltó la vivienda. No encontraron nada, pero a ella la llevaron por "averiguación de antecedentes", recordó Valinotti. "Cuando pasábamos frente a la subcomisaría 1ª que estaba a una cuadra de casa, escuche que decían por radio: \'El operativo dio positivo\'"
Rosa relató sus penurias en la GIR, donde reconoció a una de sus carceleras, María Eva Aebi. El 30 de diciembre, la trasladaron a la seccional 4ª, donde estuvo "cuatro o cinco días" y después, a una quinta en la que operaba el grupo de tareas, en las afueras de Santa Fe. Allí pasó "tres días tirada en el piso", con capucha y las manos atadas a la espalda. Un día la bañaron. "Se reían de mi delgadez", recordó Rosa. Y esas burlas fue el paso previo a que la estaquearan en la cama de torturas, donde "me picanearon más de una hora". "Me preguntaban por gente que yo no conocía". En otra sesión de torturas, gritó: "¡Ay, Germán!". Le preguntaron quién era. Y ella contestó que era el nombre de su bebé. Esa noche, pasó por el chupadero otro represor, que hablaba en voz alta, como si fuera un jefe. "¡¿Cómo, todavía los tienen acá?! ¡Los hubiera enterrado a todos!", escuchó que les decía a los demás.
Rubén dijo que una madrugada, alrededor de las 3, se detiene un auto frente a su casa, le golpean la puerta y le preguntan: "¿Acá vive Valinotti?". "Le traigo noticias de Rosita". Era un hombre que le entregó una carta de su esposa y comenzó a hacerle preguntas sobre su vida. Con el tiempo, supo que ese mensajero era el entonces mayor Jorge Roberto Diab, ex subjefe del Destacamento de Inteligencia Militar 122, que estaba imputado megacausa, pero días después de iniciado el juicio, en mayo.
Ante una pregunta del fiscal Martín Suárez Faisal, Rosa describió la quinta en la que estuvo secuestrada, ella y una compañera que puedo reconocer, Obdulia Vega. Antes había contado el recorrido: el paso por la Boca del Tigre, frente a la cancha de Colón, donde sus secuestradores saludaron un puesto de la Policía Caminera. Y un viaje de 20 minutos por la ruta 11. Ya en la casa, pidió ir al baño. "No estaba en un sótano, porque salimos afuera y sentí el fresco de la noche", dijo. Allí operaba la patota. "Cuando había un operativo se excitaban tanto que subían y bajaban las escaleras, que eran de madera". Graemiger estimó que "la quinta estaba en la zona de Sauce Viejo, en la ruta que va a Coronda.

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