sábado, 19 de septiembre de 2015

ROSARIO La dura batalla comunitaria contra la droga en los confines de Villa Banana

Un operador de un centro barrial cuenta cómo hace junto a amigos y vecinos para que los adolescentes no consuman. Una pelea desigual contra transas y policías. Facundo Peralta trabaja desde 2003 en Villa Banana en la contención social de los chicos.
La Capital | 
La dura batalla comunitaria contra la droga en los confines de Villa Banana
 “Nosotros hacemos una resistencia, pero la lucha contra la droga no se hace desde abajo, sino desde arriba”, sostiene Facundo Peralta, un joven de 34 años que nació en Presidente Perón y Valparaíso, cuando Villa Banana era un lugar poblado de espacios verdes, fue a la escuela en Bella Vista y desde 2003 conformó una organización social con amigos y vecinos para ayudar a adolescentes y niños en actividades productivas, culturales y deportivas.
   Este muchacho, que además fue operador en el Instituto para la Recuperación del Adolescente (Irar) durante tres años, describió cómo los pibes caen en la droga y no dudó en señalar a la policía como cómplice de la economía del delito.
   Hace 12 años quiso hacer algo distinto por su barrio. Junto a otros compañeros armó un proyecto educativo, de alfabetización y arte en el centro comunitario Pancitas Vacías (pasaje Independencia y Valparaíso). Estuvo tres años en el Irar y actualmente se desempeña con jóvenes en regimen de libertad asistida, que depende de la Dirección de Justicia Penal Juvenil.
   Villa Banana cambió mucho, más aún desde 2006, tras la pedrea que rompió muchas casitas. De repente, los espacios verdes se ocuparon. Sin embargo, pudieron construir su local de Causa en 2007. Desde allí, la organización popular sostiene varios proyectos, entre ellos uno para darle pelea a la deserción escolar, una carpintería (Pura Lija) y el grupo de Hockey Las Lobas.
   —¿Cómo está la droga en el barrio?
   —Es una lucha que tiene mas que ver con una resistencia. Resistimos. El problema del narcotráfico viene de arriba hacia abajo. En el barrio se ven las consecuencias del negocio. Hay una cantidad de pibes que mueren y no salen en los medios. Estos conflictos el Estado los toma como interpersonales, pero siempre está metido el consumo, disputas territoriales. Hay un problema grave con las pastillas: Rivotril, clonazepam. Se consiguen como agua y valen 10 pesos cada una. Las venden los transa del barrio. No sabemos cómo las consiguen, pero vemos la consecuencia, o sea al pibe empastillado. Pierden noción de tiempo y espacio completamente, no recuerdan nada y se la pasan buscando permanentemente dinero. Hace unos días, en Roullión y Seguí, me llamaron porque en el centro de salud había un chico reempastillado que le pedía plata a los médicos, psicólogos y a la madre. A los 20 minutos tuve que ir a la seccional 19 porque estaba detenido. Había manoteado una mochila. Este problema por abajo no tiene solución, está por arriba. Los dueños del negocio no están en el barrio.
   —¿Y la policía?
   —Participa en todo. Alrededor del negocio del narcotráfico se cometen un montón de delitos. Los robos de mochilas, bicicletas, motos. La policía sabe todo. Hay un problema grave, en villa Banana y en todos los barrios. ¿Cuál es el proceso que hace una comisaría? Por ejemplo, detiene a un pibe que robó una moto, lo lleva a la seccional, pero no informa al fiscal o al defensor en turno que está demorado. Llaman a la familia. Le dicen que para que salga se necesitan mil a dos mil pesos, de acuerdo a la cara. La familia paga y sale y la detención nunca se blanqueó. Y ahí está el riesgo. Por eso lo mejor que hay es que se sepa que el hijo está preso, porque de lo contrario queda clandestino en la comisaría y puede pasar cualquier cosa. Y más, sino se paga lo que se pide para su salida. Doy fe que pasa y permanentemente, y lo sé por los pibes. Están en cana seis horas y se habían choreado una moto. La policía actúa con la desesperación de las madres y los padres. Hasta les van a cobrar al barrio.
   —¿Quienes deberían revertir esto?
   —Hay que hacer dos cosas al mismo tiempo; por abajo y por arriba. En el territorio, fortalecer estas bases de resistencia y a la vez instrumentar políticas públicas para que la gente viva con dignidad. Necesitamos pavimento, cloacas, luz, gas. Que villa Banana no sea un mapa con un espacio verde. Que la gente tenga una dirección. El Estado debe apoyar con políticas sociales fuertes a las organizaciones sociales. Los gobiernos lamentablemente dejan hacer, por acción u omisión.
   —¿Qué viste en tu trabajo en el Irar?
   —Trabajé tres años. Vi pibes que se colgaban, hacinamiento, ratas, no hay agua potable adentro. Vi las muertes de Fabián Lucero, Johnny Retamoso. Vi desidia, represión y mucha hipocresía. Disputas. Ahí adentro hay 40 pibes de entre 16 y 18 años que los juzgados decidieron que estén privados de su libertad. Están muy marcados por el narcotráfico. Los funcionarios que están a cargo de estas instituciones las gestionan. Las administran, pero no intentar producir modificaciones. Un pibe que entra al Irar, sí o sí sale peor de lo que entró. Y sale a otra cárcel. Es una picadora de carne, de jóvenes y adultos.

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