sábado, 8 de noviembre de 2014

La caída del Muro de Berlín, un "golpe de suerte increíble" que nadie esperó

Alemania conmemora el 25º aniversario. Las circunstancias que llevaron aquella noche del 9 de noviembre de 1989 al final del gran símbolo del mundo bipolar de la Guerra Fría.

Un gran malentendido, cinco horas de vértigo y miles de personas sedientas de libertad se aliaron el 9 de noviembre de 1989 para lograr una hazaña que parecía imposible: tirar abajo el Muro de Berlín. Mañana se cumplen 25 años de una noche frenética que cambió la historia del mundo. "Que se dieran al mismo tiempo todos los factores que llevaron a la caída del Muro fue un golpe de suerte increíble", resumió el director de la Fundación del Muro de Berlín, Axel Klausmeier, al comentar las circunstancias que llevaron al final del gran símbolo del mundo bipolar de la Guerra Fría.

Las ya célebres imágenes de berlineses trepados al Muro que los había dividido durante 28 años habrían parecido ciencia ficción a principios de 1989, cuando Erich Honecker, líder de la Alemania comunista (RDA), aún prometía: "El Muro seguirá ahí dentro de 50 ó 100 años". Pero a lo largo de ese año las políticas de reformas y transparencia impulsadas por Mijail Gorbachov en la Unión Soviética avanzaron al ritmo de una creciente demanda de libertad y democracia en la RDA, mientras miles de alemanes del este huían a Occidente a través de Hungría, Polonia y Checoslovaquia. En septiembre y octubre, decenas de miles se manifestaron primero en Leipzig y luego en otros puntos de la RDA clamando "Wir sind das Volk!" (¡Nosotros somos el pueblo!). Medio millón protestaron en la céntrica Alexander Platz de Berlín oriental el 4 de noviembre contra un sistema opresor y sin perspectivas.

La supuesta solución

La presión sobre la RDA se hizo insostenible. Honecker renunció el 18 de octubre y, en un intento de calmar los ánimos, el gobierno diseñó una nueva ley para dar permisos de viaje al exterior. Pero la supuesta solución terminó precipitando los hechos en cuestión de horas debido a una confusión ya histórica. Günter Schabowski, miembro del politburó de la RDA, comentó la nueva ley de viajes en una rueda de prensa la tarde del 9 de noviembre. Ante la pregunta de cuándo entrarían en vigor los permisos, Schabowski buscó contrariado en sus papeles y, sin ver la fecha correcta (10 de noviembre), improvisó: "Según entiendo, de inmediato". "Creíamos que permitiendo los viajes al extranjero salvaríamos a la RDA", explicó el propio Schabowski 20 años después de esa histórica y tensionada tarde. Su anuncio adelantado por error logró justo lo contrario. El titular "la RDA abre sus fronteras" copó de inmediato cables de noticias e informativos de la televisión tras la rueda de prensa a las 19 horas. Un mar de personas salió a la calle y se dirigió a un paso fronterizo esperando cruzar al Berlín occidental. Sin órdenes claras y ante una masa de 20.000 personas que gritaba "¡Abran el portal!", los guardias del cruce de la calle Bornholmer dejaron pasar a un primer grupo sin disparar un tiro. A las 23:40 horas, la RDA daba la orden de abrir todos los pasos fronterizos de Berlín. El Muro tendido la madrugada del 13 de agosto de 1961 para frenar el masivo éxodo a Occidente caía también de noche y de forma casi casual: no por un plan calculado o negociado entre líderes políticos, sino por una población que reaccionó eufórica al anuncio de una apertura de fronteras que, en realidad, nunca tuvo lugar. Unas 20.000 personas se lanzaron a ver el oeste por primera vez, entre ellas una joven Angela Merkel de 35 años. Otros treparon al Muro en imágenes que dieron la vuelta al mundo. El símbolo de la opresión que torció millones de destinos y había costado la vida de al menos 138 personas por intentar cruzarlo se convertía súbitamente en motivo de fiesta.

La reunificación

La caída del "Muro de la vergüenza" tuvo consecuencias globales e inmediatas. Además de simbolizar el derrumbe del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, posibilitó la reunificación alemana un año más tarde de la mano del canciller cristianodemócrata Helmut Kohl y dejó vía libre a la Europa unida de hoy. También planteó a Alemania enormes retos económicos y sociales aún candentes: los "paisajes floridos" prometidos por Kohl en la antigua RDA no llegaron y muchos de sus ciudadanos se sintieron pronto defraudados. El este sigue siendo hoy más pobre y tiene mayor desempleo que el oeste 25 años después de la caída del Muro.

Frontera luminosa

Alemania recordará el aniversario mañana con una gran fiesta junto a la Puerta de Brandeburgo, emblema de la reunificación, y un amplio programa de conciertos (estará el director de orquesta Daniel Baremboim) y conferencias que reunirán a cientos de miles de personas durante todo el fin de semana. El infranqueable Muro de cemento quedó además reemplazado por una línea de 8.000 globos iluminados que forman una extraña "frontera luminosa en el antiguo trazado del paredón". Mañana serán soltados y se elevarán hasta perderse en el cielo. Un símbolo de que la división de Berlín ya sólo es un mal recuerdo. Ayer, el último líder de la extinta Unión Soviética, Mijail Gorbachov, inauguró una exposición junto al famoso "Checkpoint Charlie" de Berlín, el paso fronterizo mas emblemático y eje de varias tensiones durante los 28 años que existió el Muro.

¿Dónde fueron a parar los restos de la enorme pared de 155 kilómetros?

El Muro de Berlín fue uno de los símbolos más poderosos del siglo XX, pero también un objeto muy concreto formado por toneladas de hormigón. ¿A dónde fue a parar después de su caída hace ahora 25 años? La respuesta ofrece sorpresas y alguna polémica. "Cuando se abrió el Muro, se planteó inmediatamente la pregunta de qué hacer con él", cuenta Anna Kaminsky, directora de la Fundación para la reflexión sobre la dictadura en la Alemania comunista (RDA) y autora del libro "El Muro de Berlín en el mundo". Según la experta, el gobierno de la RDA recibió las primeras solicitudes para comprar trozos de Muro ya al día siguiente de su caída. En una ironía histórica, la mayoría provenía de EEUU. "Se discutió si era lícito hacer negocio con algo que había costado vidas. Pero finalmente la RDA aceptó vender trozos de Muro y aliviar así sus finanzas. Para reducir la polémica, los ingresos se usaron en fines sociales", cuenta Kaminsky.Algunos fragmentos pintados se subastaron pronto por sumas cercanas a los 185.000 dólares, un alivio inesperado para las maltrechas arcas de la RDA. Otros trozos de simple hormigón gris —la mayor parte del Muro— se reciclaron en construcción de calles o se vendieron molidos a otros países como material de obra. Si bien su comercialización generó polémica, la decisión de borrarlo del paisaje urbano contó con un amplio consenso entre la población y los políticos. "Después de 28 años de división, todo el mundo quería volver rápido a la normalidad", explica Kaminsky. La ecuación era perfecta: Berlín quería desprenderse del Muro y el resto del mundo estaba dispuesto a pagar por un trozo. En cuestión de meses, de la gigante pared de 155 kilómetros de largo sólo quedaban pocos metros en fragmentos aislados, los únicos que aún pueden verse en Berlín. Entre ellos la famosa "East Side Gallery" o el que bordea el sitio de recuerdo del Muro en la emblemática Bernauerstrasse.

Kaminsky siguió el rastro de las placas de Muro vendidas a todo el planeta o regaladas por el Senado de Berlín a ciudades amigas. Su conclusión: en 146 lugares de más de 70 países hay 241 trozos del Muro, en su mayoría expuestos como símbolo de la inhumanidad del régimen comunista o como homenaje a la lucha por la libertad y la democracia. Su libro recoge los inesperados destinos del gran símbolo de la Guerra Fría: de Guatemala a Seúl, de Canberra a Ciudad del Cabo, en poder de museos, embajadas, monumentos, Papas, presidentes o incluso deportistas como el velocista Usain Bolt, que llevó a Jamaica un fragmento que le regaló Berlín.La venta a otros países no fue el único negocio que inspiró el Muro. Los turistas que visitan Berlín siguen encontrando hoy en la mayoría de tiendas de souvenirs pequeños trozos que pueden comprar por cerca de 3 euros. Buena parte proviene del almacén de Volker Pawlowski, un constructor de la RDA que tras la caída del Muro se hizo con numerosos fragmentos, los troceó y los coloreó. Otros son de origen más dudoso. Un análisis químico realizado a fragmentos vendidos a turistas mostró que el hormigón de algunos provenía por completo de la Alemania occidental. No parece importarles a quienes vuelven a casa con un supuesto trocito de la pared que marcó la historia europea. A fin de cuentas, el Muro de Berlín sigue siendo, sobre todo, un símbolo.

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