sábado, 17 de noviembre de 2012

El Gobierno se aferra a creer que los caceroleros son votantes ajenos


No responderá a los reclamos de los manifestantes. Cree que la falta de conducción política terminará por debilitar la protesta.

foto perfil.com

Criticas. La protesta de la semana pasada golpeó contra los planes del kirchnerismo y cambió el clima político de la Argentina. 

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El cacerolazo fue muy empujado por el Grupo Clarín. Va a decantar. Es como una ola: va a pasar”, graficó a PERFIL un ministro del Gobierno nacional. En la Casa Rosada se abrazan a esta frase con una convicción que sorprende. Exponen como principal argumento que no hay un líder que aglutine a quienes protestan, lo que debilita –a entender de los funcionarios– la organización. El otro argumento es que el reclamo es muy heterogéneo. “Al no haber una única idea, es más difícil que se sigan juntando multitudes en las calles”, analizó un integrante del gabinete K.

No tiene Cristina Kirchner vocación de responder a ninguno de los reclamos que se hicieron en el cacerolazo. Es más: algunos interpretaron que la exención de Ganancias para el medio aguinaldo fue para concederle a la clase media un beneficio en medio de tanto malhumor. Pero varios operadores de la Rosada dijeron que, en realidad, lo hizo para opacar el anuncio de Mauricio Macri sobre los subtes y quitarle espacio en los diarios. Y para amortiguar la protesta sindical del próximo martes.
El kirchnerismo está acostumbrado a redoblar la apuesta. Lo hizo con el campo y con Clarín. Y parece estar dispuesto a hacerlo una vez más, con actos y nuevos anuncios. La mejor definición la dio un funcionario fuera de micrófono: “Cristina trazó una zanja. De un lado está el 54% que la votó; del otro, el 46% que no lo hizo. No hay un puente que conecte esos dos sectores”. El Gobierno se aferra a creer que entre los caceroleros sólo había votantes opositores. Pero la caída en las encuestas exhibe otra realidad.
 
Así y todo, el oficialismo considera innecesario dar respuestas específicas para seducir a los manifestantes.
“Sobre inseguridad no vamos a decir nada, la seguridad es una facultad delegada a las provincias”, contó otro funcionario en diálogo con PERFIL. Las restricciones al dólar no van a menguar, todo lo contrario, van a estar cada vez más firmes. El Gobierno atraviesa de acá a diciembre un momento crucial, tiene que desembolsar unos 3.500 millones de dólares para cancelar parte de su deuda. Si sortea este mes y medio sin sobresaltos, se encontrará con un panorama más tranquilo para el año entrante. En la agenda de Cristina lo único que figura es, además de la deuda, la embestida para que el Grupo Clarín se desprenda de las licencias que superan los límites de la Ley de Medios. El principal negocio del multimedios es el cable y ahí es donde apunta. Ella está encima de la estrategia judicial para lograr desmembrar a Clarín.
“Ningún miembro del Gobierno salió a decir que quiere la reelección de Cristina y no lo vamos a hacer”, indicó otro funcionario en diálogo con este diario, en referencia a otro de los reclamos de los manifestantes.
El único sentido de mantener vivo el fantasma de la reelección es la necesidad del Gobierno de evitar que se licue el poder en sus últimos años. Para eso necesita una buena elección legislativa. Nada fácil en el actual contexto.
En la Casa Rosada existe preocupación por el año electoral. No era lo mismo en octubre del año pasado con el 54 por ciento de los votos a favor, que ahora con las cacerolas en las calles. En ese sentido, su mejor carta es la atomización del voto opositor. El Gobierno sabe que esa situación puede ayudarlo electoralmente. Pero no tanto por mérito propio.

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