lunes, 2 de abril de 2012

SANTA FE: Olvidada en el filo de la ciudad, una escuela pide aulas y talleres

Es la Técnica Nº 387 de barrio San Agustín, en el extremo noroeste. Los docentes dicen que el espacio de las aulas no alcanza para la creciente matrícula, y hasta han subdividido la biblioteca para dar clases. No tiene talleres y reclaman la escritura de terreno donde funciona.

 

 La Escuela de Educación Técnica Nº 387 se recuesta sobre el extremo noroeste de la ciudad -cerca del Mercado de Productores- donde terminan los límites jurisdiccionales. Se enclava en San Agustín, un barrio pobre y postergado. La institución constituye un espacio social clave por la educación impartida, por la oportunidad laboral para los jóvenes y también por su función de contención comunitaria. Pero hay problemas: el director y los docentes afirman que es insuficiente el espacio de las aulas para atender una matrícula creciente; que no se han creado talleres -una contradicción que en una técnica no haya espacios de práctica- y que existen falencias edilicias.

Pero además, reclaman una solución al problema del terreno sobre el que está construida la escuela. Se trata de un predio que era municipal, que el gobierno de la ciudad se lo donó a la provincia en 1997-1998, pero que a la fecha aún no cuenta con el ordenamiento legal ni con la escritura, un requisito necesario para poder hacer ampliaciones. “Hace 22 años que estamos en una irregularidad administrativa”, coinciden los docentes.

“Tenemos una matrícula que crece cada vez más (actualmente es de unos 270 alumnos). El espacio es insuficiente: necesitamos más aulas para dictar las clases”, dice a El Litoral el director del establecimiento, Jorge Urrutia. El lugar de la entrevista -en la que participa también un grupo de docentes- es la biblioteca, ahora devenida en un aula múltiple donde ya no entran mesas ni sillas: allí funciona un 6º año a la mañana y un 5º año a la tarde, de unos 15 alumnos. El salón está subdividido en cuatro aulas, separadas artesanalmente con placas de madera. “A esto nos lleva la escasez de espacios”, se lamenta el directivo.

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